lunes, 22 de marzo de 2010

Juego de niños

Me siento rara. No sé, a lo mejor son los cambios o a lo mejor es sólo hambre. Definitivamente soy una gorda. Aquí y ahora, en plena clase de música, pienso: ¡ay! Andrea, ¿y si es eso por lo que hoy estás así de tonta?. Lo dudo. Si fuera eso me pondría tristona cual niña pequeña, pero no. Yo creo que es la primavera, que dicen que la sangre altera. Alterada si que está mi pobre cabeza. Dicen que puede ser una enfermedad cerebral. Anoche me puse a pensar mucho rato y le di mi propia definición de la enfermedad que ahora ocupa mi cerebro, esa enfermedad que me tiene así de trastornada. Espero no equivocarme en mi definición. Pero también espero por mi bien que me esté equivocando. Que contradicción más estúpida. No quiero cambiar. No quiero dejar de ser la Andrea de siempre y tampoco quiero dejar de ser la loca de Estrada. Antes era pasiva y ahora la "encantadora". A veces pienso que podría pasar si volviese a ser la de antes, pero inmediatamente me intento convencer de que si vuelvo al pasado perderé la clave y la razón que ha hecho que ahora esté bien. No quiero perderlo. Sin embargo es siempre dar y nunca recibir. Yo quiero dar y obtener algo a cambio también aunque sólo sea a veces y aunque sólo sea un poquito. Odio definir. Se me da mal. Soy una retrasada. Mi futuro está a punto de pillarme. Jugar al escondite ya no me gusta. Prefiero dejar que me pille. Ahora los juegos tontos ya me aburren y eso no me pasaba antes. Antes era una niña pequeña y me gustaba jugar a cosas tontas, vanales y sin sentido alguno. Ahora también soy una niña, soy una niña madura que tiene el síndrome de Peter Pan y que se rie cuando lee tonterías y se le pone cara de boba cuando oye "esa" palabra. ¿Acaso las niñas pequeñas pueden madurar?. Es "esa" palabra la clave de todo. Es "esa" palabra la clave de lo que me pasa y no la primavera. Como se me ocurre culpar a la primavera si el verdadero motivo es mucho mejor. No sé si de verdad estoy enferma de la cabeza. No sé si me gusta ser como soy ahora. No sé si quiero seguir siendo una niñita pequeñita. No sé que es lo que "esa" palabra tiene que ha hecho que ahora esté así. No sé como lo ha conseguido. No sé porque él. No sé por qué soy ciega. No sé ni siquiera por qué lo quiero. No estoy segura de que me guste adorarlo pero quiero seguir haciéndolo durante un tiempo. No sé el porqué. No sé si es una adicción, mi adicción. No sé hasta cuando durará y si de verdad lo que el propietario de "esa" palabra me dice es cierto. No sé que es la certeza. Ya no lo sé. Ya no sé nada.

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