miércoles, 12 de octubre de 2011

FÚTIL

Y como si de un Trastorno Obsesivo Compulsivo se tratase, llamaba a su puerta siempre tres veces. Había oído hablar que "segundas partes nunca fueron buenas" y que "a la tercera va la vencida". Lo ratificó, se hundió, vomitó palabras y nunca más volvió a pronunciar su estúpido nombre. Pudo imaginarse durante cada instante que le quedó de su vida lejos de donde todo había ocurrido, lo que estaría haciendo en ese preciso instante a sabiendas de que con toda probabilidad estaría haciendo lo que se le estaba pasando por la cabeza. Lo conocía todo al dedillo. Era como si estuviera manejando un títere. Si hablamos de probabilidades y de estadística, no hay razón alguna que me impida decir que en razones ajenas a su nombre, ella no creyó nunca que lo tuvo un tanto por cierto o que en una escala del 1 al 10 su sufrimiento rozaba el sobresaliente. Lo único que pensó siempre fue que podría haberlo tenido todo y nunca fue así. Conoció la circunstancia completa cuando no hubo más en lo que cavilar y se le encendió la bombillita de la ironía cuando volvió a oír de un hombre canoso y cincuentón la palabra fútil. Fue por esa ofrenda de aquel hombre al que admiró por ese gesto el resto de sus días, por la que se marchó y jamás y nunca se volvió a hablar de estadística, probabilidad y variables emocionales y aleatorias donde quiera que fuera a parar.

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