viernes, 11 de marzo de 2011

Una y otra vez. En la vida hay algo seguro aparte de la muerte y de los impuestos: por mucho que te esfuerces, por muy buenas que sean tus intenciones, cometerás errores, harás daño y te lo harán a ti; y si quieres recuperarte solo puedes hacer una cosa... perdonar y olvidar, es lo que dicen. Es un buen consejo pero no es muy práctico, cuando alguien nos hiere deseamos herirle, cuando alguien nos trata mal queremos tener razón, sin perdón las cuentas pendientes no quedan saldadas, las heridas no cicatrizan y lo máximo que podemos esperar es que algún día tengamos la suerte de olvidar. Tenemos cicatrices en los lugares más insospechados como si fueran mapas secretos de nuestra historia personal, vestigios de viejas heridas. Algunas heridas se cierran dejándonos sólo una cicatriz pero otras no. Algunas cicatrices las llevamos a todas partes y aunque la herida cierre el dolor persiste. ¿Cuáles son peores: las nuevas heridas terriblemente dolorosas o las viejas que debieron cerrarse hace años pero no lo hicieron? Quizás las viejas heridas nos enseñan algo, nos recuerdan donde hemos estado y lo que hemos superado, nos enseñan que debemos evitar en el futuro o eso creemos, aunque en realidad no es así, hay cosas que debemos aprender una y otra vez. Otra cosa distinta es hablar de dolor. El dolor adopta formas diversas: una punzada, una leve molestia, dolor sin más, el dolor con el que convivimos a diario ... pero hay dolor que no podemos ignorar, un dolor tan enorme que borra todo lo demás y hace que el mundo se desvanezca hasta que solo podemos pensar en cuanto daño hemos hecho. ¿Y cómo enfrentarnos al dolor? Depende de nosotros. Hay que anestesiarlo, aguantarlo, aceptarlo, ignorarlo. Sin embargo para algunos, la mejor manera de enfrentarse a él es seguir viviendo.  Yo pienso que el dolor sólo hay que aguantarlo, esperar a que se vaya por si solo y a que la herida que lo ha causado cicatrice. No hay soluciones ni respuestas sencillas, solo hay que respirar hondo y esperar a que se calme. La mayoría de las veces el dolor puede aliviarse, pero a veces llega cuando menos te lo esperas, te da un golpe bajo y no te deja levantar. Hay que aprender a aceptar el dolor, porque lo cierto es que nunca te abandona y la vida siempre lo acrecienta. Una y otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario